Por José David Name Cardozo, Senador de la República
La continua zozobra ronda entre los habitantes de Barranquilla y su Área Metropolitana cada vez que salen a las calles, temiendo que la delincuencia se ensañe contra ellos. Y no es para menos, después de los recientes hechos de violencia e inseguridad registrados, entre ellos; la ‘Narco-fiesta’, las amenazas a Concejales, los atracos de película, los asesinatos masivos, y las extorsiones, los ciudadanos temen ser las nuevas víctimas de los bandidos.
La aterradora situación de inseguridad que están viviendo los atlanticenses debido a la proliferación y el fortalecimiento de poderosas estructuras criminales como el Clan del Golfo y los Rastrojos Costeños, se ha diseminado en los últimos meses, con el aumento de la delincuencia común. A los ciudadanos los están matando por robarles un celular o quitarles unos cuantos pesos.
Que el único delincuente capturado en la urbanización Alameda del Río, en el norte de Barranquilla, después del robo de más de 400 millones de pesos a un carro de valores, registrara 11 anotaciones judiciales y que hace apenas dos meses estuviera en libertad por vencimientos de término, deja en evidencia las debilidades actuales del sistema de justicia. Por lo que resulta pertinente que se multipliquen los esfuerzos para que la inoperante judicialización de los criminales no anule la lucha de la Fuerza Pública en procura de su captura.
En su medición más reciente, la encuesta Pulso Social del DANE reveló que un 76.2% de los ciudadanos en Barranquilla y su Área Metropolitana se sienten inseguros o muy inseguros caminando solos de noche. Comparado con los resultados de otras ciudades capitales, en las que la media del mismo periodo fue del 54.6%, se observa una importante diferencia de más de 21 puntos porcentuales, que dan cuenta de la alarmante percepción de inseguridad que existe en el departamento.
Aunque muchas ciudades del país se encuentran viviendo este fenómeno delincuencial, en Barranquilla y su Área Metropolitana el caso es verdaderamente preocupante por la gran deuda social que ha existido por años. La falta de políticas sociales efectivas han multiplicado los problemas de violencia, microtráfico y hurto en la ciudad; las pandillas juveniles se han fortalecido creando terror en los barrios del suroccidente y suroriente, donde cada día hay más temor de salir a la calle. No le podemos seguir dando la espalda a los problemas sociales que por la desatención se nos están saliendo de las manos.
Ante esta realidad, la Policía Metropolitana de Barranquilla, las autoridades locales y el Gobierno nacional, deben concertar nuevos esfuerzos para enfrentar la criminalidad y garantizar la seguridad a los ciudadanos. No podemos permitir que en el Atlántico se siembre inseguridad y violencia. Es necesario ser más contundentes en las estrategias y así mismo atacar la raíz que se encuentra en la descomposición social, una de las principales causas del deterioro de la seguridad.
Urge apoyar la labor de la Policía Nacional y contrarrestar los hechos delictivos de inseguridad. Tristemente, pareciera que el gobierno se ha dedicado a desarmar a la fuerza pública. Hoy las armas las tienen los delincuentes y el narcotráfico. El sentir del ciudadano trabajador es la desprotección.