Por JUAN MANUEL SANTOS
Me siento orgulloso de haber participado en la fundación del Partido de la U, hace ya diez años, un partido que, en tan breve lapso, ha ganado el aprecio y el respaldo mayoritario del país por la seriedad y coherencias de sus políticas, y por representar con altura el sentimiento popular.
Fui elegido como Presidente en 2010 con el aval y el apoyo de mi partido, y luego en 2014 nuevamente con su aval –al que se unió el del Partido Liberal y de Cambio Radical–, y tengo una deuda de gratitud y de afecto con sus directivos e integrantes.
Desde la Presidencia hemos convocado una gran coalición de gobierno, bajo la bandera de la Unidad Nacional, que ha conferido a nuestra administración la más grande gobernabilidad en mucho tiempo, pero eso no desdibuja en absoluto mi pertenencia a un partido que, en tan solo una década, ha transformado a Colombia, y que tiene vocación de permanencia.
Y no solo siento el orgullo de haberlo fundado, sino de haber sido su presidente por unos meses en el primer semestre de 2010.
Cuando asumí en enero de dicho año la Presidencia del Partido de la U, reconocí que, en medio de los triunfos electorales, éramos un partido nuevo que tenía la obligación de crear unas raíces fuertes que lo proyectara hacia el futuro; raíces en valores morales y principios fundamentales, raíces ancladas en el respeto a la ley y la Constitución.
El Partido de la U nació en 2005 para llenar el espacio que estaban dejando los partidos tradicionales, atascados en viejos paradigmas. Y lo cierto es que revolucionamos la política.
Por primera vez en más de siglo y medio, desde que existen los dos partidos tradicionales, se obtuvo un triunfo histórico sobre los mismos, y un partido nuevo se consolidó como la primera fuerza política de Colombia.
Con el triunfo de las listas de la U en el 2006 comenzó una sucesión de victorias que demuestran el arraigue popular de sus líderes y la fortaleza de nuestras propuestas.
Por eso –lo digo como su fundador, como su expresidente y como el primer mandatario de Colombia elegido con su aval– tenemos que trabajar con más ahínco para seguir haciendo historia en la democracia colombiana.
Recuerdo como si fuera ayer –hace diez años– cuando a un grupo reducido de personas se nos ocurrió fundar un nuevo partido para darle a Colombia y a la política colombiana una inyección de entusiasmo, optimismo y visión de futuro.
La Constitución de 1991, en su afán por ampliar el pluralismo político y estimular la participación, estableció requisitos flexibles para la creación de nuevos movimientos políticos, al punto que para el año 2002 había más de 70 partidos o movimientos políticos.
Demasiados matices como para lograr una política coherente que representara posiciones claras e identificables para los ciudadanos. En este sentido, la reforma política de 2003 y la Ley de Bancadas representaron un aire de organización y depuración en la política colombiana.
Con la Ley de Bancadas, por su parte, se logró una mayor disciplina y coherencia de los partidos en el Congreso, que hoy fijan sus posiciones por consenso y las defienden a través de sus respectivos voceros.
Para 2005, cuando el gobierno del presidente Álvaro Uribe completaba su tercer año, se destacaban movimientos afines a sus políticas y, sobre todo, a su énfasis en la seguridad democrática, como eran el Nuevo Partido, Colombia Democrática, Colombia Viva y Colombia Siempre.
En esa época este servidor –que siempre había militado en el Partido Liberal– no estaba obrando activamente en la vida política. Había sido el primer ministro de Comercio Exterior del país, en el gobierno del presidente César Gaviria, a comienzos de los noventa, y me había desempeñado también como ministro de Hacienda y Crédito Público entre los años 2000 y 2002, en el gobierno del presidente Andrés Pastrana, cuando cimentamos la reactivación de la economía colombiana después de su peor crisis en 70 años –que fue la recesión de 1999– y recuperamos las finanzas territoriales.
Por entonces –en el 2005– había vuelto a retomar mis columnas periodísticas y la dirección de la Fundación Buen Gobierno, a través de la cual abanderaba las ideas de la Tercera Vía (“el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario”) y la necesidad de promover gobiernos nacionales y regionales basados en cuatro principios fundamentales: la eficacia, la eficiencia, la transparencia y la redición de cuentas.
Recuerdo que, estando en la Fundación Buen Gobierno, el entonces representante a la Cámara por el Quindío Ricardo Arias –que había creado el movimiento Nuevo Partido con Óscar Iván Zuluaga, Rafael Pardo, Adriana Gutiérrez, Andrés González, Mauricio Pimiento, Sandra Ceballos, Carlos Enrique Soto y Manuel Enríquez Rosero, entre otros– me visitó.
Dicho Nuevo Partido, formado principalmente por integrantes de origen liberal que apoyaban el gobierno de Álvaro Uribe, por lo menos en sus primeros años, sería una de las bases de lo que luego fundaríamos como el Partido de la U.
Ricardo Arias, inconforme y preocupado con la proliferación de fuerzas políticas, me trajo la idea de que propiciáramos la fusión de los movimientos políticos que tenían la misma orientación de origen liberal y respaldo a las políticas de Uribe en un solo partido.
—¿Y por qué usted no le presenta esta propuesta al presidente Uribe? —le dije.
—No lo hago porque al presidente Uribe no le gustan ni le interesan partidos únicos a su alrededor: él prefiere entenderse con muchos movimientos.
—¿Y cómo lo haríamos? —pregunté.
—Estudiando primero todos los estatutos de los movimientos existentes para luego proponer una especie de único reglamento donde todos puedan coincidir.
A mí me sonó la idea pues entendí que la única forma de tener incidencia real en la política nacional para llevar al país hacia el fortalecimiento en la seguridad, el mejoramiento de la equidad y, finalmente, la paz, era mediante el aglutinamiento de las fuerzas dispersas en un partido con un norte definido, independiente de los partidos tradicionales que por entonces buscaban posicionar candidatos para buscar la Presidencia en el periodo 2006-2010.
Lo cierto es que, entonces, el gobierno del presidente Uribe había calado hondamente en el corazón de los colombianos, por su característica forma de gobernar cerca a las comunidades y por su énfasis en la seguridad, algo que todos reclamábamos después del amargo sabor que nos había dejado el fracaso de los diálogos del Caguán.
Para entonces se había planteado una reforma constitucional para permitir la reelección del presidente por un solo periodo, reforma que debatió el Congreso entre fines de 2004 y el primer semestre de 2005, y que finalmente fue aprobada.
Un grupo de congresistas liberales –especialmente del Senado–, contrariando las orientaciones de la Dirección Liberal, votaron favorablemente la reforma constitucional que permitió la reelección presidencial, entre ellos Luis Guillermo Vélez, Víctor Renán Barco, Piedad Zuccardi, Dilian Francisca Toro y Aurelio Iragorri Hormaza…
Colegas del partido los acusaron con la Dirección Nacional Liberal, que los citó a hablar con la Comisión de Ética.
Como me dijo alguna vez Aurelio Iragorri Hormaza: “Eso violentaba el derecho a disentir. Si el partido no hubiera tenido disensos entre sus líderes y sus jefes a lo largo de la historia, no existiría esa gama de grandes jefes como fueron Olaya Herrera, Eduardo Santos, López Pumarejo, Lleras Restrepo y Lleras Camargo”.
Iragorri –que había sido presidente del Partido Liberal– renunció a la colectividad en esa sesión de la Comisión. Pero no fue el único: unos 15 congresistas liberales fueron expulsados por votar positivamente el proyecto de reforma que permitía la primera reelección del presidente Uribe.
Quienes habían votado a favor de la reelección se reunieron y empezaron a buscar la consolidación de un nuevo partido, algo que estaba en total consonancia con la conversación que yo había tenido con Arias.
Esas disidencias liberales y la necesidad de unificar los esfuerzos de un conjunto de movimientos atomizados en un solo grupo político fueron el origen del Partido Social de Unidad Nacional.
La tarea de formar un partido político
Después de mi conversación con el representante Arias, comenzamos la estructuración de la idea y, luego de algunas semanas, la presentamos a 33 congresistas en una reunión propiciada por Zulema Jattin, entonces presidenta de la Cámara de Representantes. El apoyo fue unánime.
Personalmente convoqué a diversas fuerzas, incluyendo congresistas y líderes de movimientos como el Nuevo Partido, Colombia Viva, Cambio Radical, Colombia Democrática, Alas, Seriedad Por Colombia, Seguridad Social, Voluntad Popular, Moral, Apertura Liberal, Nuevo Liberalismo y Colombia Siempre.
Al principio, por temor a perder la personería jurídica, ninguno estaba dispuesto a renunciar al control de su organización, pero poco a poco fueron entendiendo que solo unidos podíamos lograr un resultado positivo en las elecciones parlamentarias del 2006 que nos permitiera, además, apoyar el segundo periodo del presidente Uribe, para garantizar el éxito de sus políticas.
Paralelamente se trabajaba en los estatutos del nuevo partido. El reto era brindar las garantías y solidez suficientes para que todos se animaran a renunciar a los partidos o movimientos de los que habían hecho parte para lanzarse a esta aventura política.
Se acordaron tres principios: primero, todos los congresistas que se vincularan tendrían el mismo tratamiento y conformarían la Dirección Nacional; segundo, ningún directivo sería autónomo en sus decisiones, pues todas se tomarían por consenso, y tercero, habría descentralización administrativa y financiera.
Los proyectos de estatutos cambiaban casi a diario y el tiempo apremiaba. En medio de la indecisión, en un desayuno en el Club de Banqueros, en el centro de Bogotá, en el que participaron los liberales disidentes, así como delegados de Seriedad por Colombia, Voluntad Popular y Colombia Viva, el entonces senador Alfonso Angarita ofreció su Movimiento Político por la Seguridad Social como techo jurídico.
Fue así como el 20 de agosto de 2005 se adoptaron los nuevos estatutos y el nombre Partido Acción Social –PAS–.
Menos de una semana después, Oscar Iván Zuluaga, del Nuevo Partido, y yo acordamos fusionar el Nuevo Partido y el PAS. El 31 de agosto de 2005, reunidos en el Salón de la Constitución del Senado, protocolizamos la fusión y presentamos el Nuevo Partido de Unidad Nacional.
En cuanto al nombre que finalmente se escogió –Partido Social de Unidad Nacional o Partido de la U– hay que darle el crédito al entonces senador Luis Guillermo Vélez, que en paz descanse.
Con él pasamos largas horas discutiendo la denominación del partido, y fuimos desechando unos y escogiendo otros, hasta que finalmente llegamos al nombre que hoy tiene.
Luego ahondaré en los dos ejes del nombre: “social” y de “unidad”. En cuanto a la abreviatura –Partido de la U–, el sentido de la vocal era doble: por un lado representaba la Unidad Nacional a la que queríamos convocar y por otra parte –subliminalmente, como la misma gente rápidamente lo identificó– simbolizaba el respaldo del partido a la obra y gobierno del presidente Uribe, quien por entonces se preparaba para postularse para un segundo mandato.
Fue así como el 30 de septiembre la Asamblea Nacional del Nuevo Partido de Unidad Nacional adoptó los nuevos estatutos y el nombre de Partido Social de Unidad Nacional, con la abreviación de Partido de La U.
La inscripción ante el Consejo Nacional Electoral se hizo el 10 de noviembre de 2005, mediante la resolución 3077.
Del 6 al 8 de octubre de 2005 se realizó el seminario “Camino a la Victoria” al que se convocaron todos los partidos que apoyaban al Gobierno.
La idea era brindar apoyo técnico a los futuros candidatos de la U y definir temas relacionados con estrategia, imagen, comunicación, investigación y visión.
Adoptamos una estructura de círculos concéntricos de toma de decisiones. El primer círculo –denominado Comité de Estrategia– lo integrábamos Oscar Iván Zuluaga, el representante Sergio Díaz-Granados, la senadora Piedad Zuccardi y yo.
También se estructuraron círculos temáticos, guiados por expertos en comunicaciones, imagen, eventos y temas electorales y financieros.
Una campaña nacional de posicionamiento de la U y una estrategia de conformación de listas fuertes fueron los dos ejes del trabajo que se adelantó a partir de ese momento.
Por supuesto, como siempre pasa en la labor política, conseguir recursos fue una de las tareas más difíciles, mucho más porque el proyecto de la U era desconocido. En noviembre de 2005 se tomó el primer crédito del partido, basado en proyecciones electorales. Hay que reconocer, además, que los empresarios respondieron positiva y generosamente para entregar fondos al partido.
La ofensiva para posicionar a la U como marca a través de los medios de comunicación dio resultados inmediatos y, al cabo de un mes, la marca comenzó a marcar positivamente en los sondeos.
El 17 de diciembre de 2005 se realizó la primera Convención Nacional de Candidatos de la U. Allí se dieron a conocer los resultados de la primera encuesta nacional contratada por el partido. Los conferencistas que participaron en el seminario “Camino a la Victoria” habían recomendado basar las decisiones en encuestas y grupos focales, y no en situaciones coyunturales.
Se hizo especial énfasis en el programa “Postúlate”, que consistió en incluir en las listas al Senado a líderes ciudadanos que nunca habían participado en política y presentaran propuestas innovadoras. Más de mil personas se presentaron a Postúlate. Algunos de ellos fueron bastante “lanzados”, literalmente hablando, pues un postulante se lanzó del piso 21 haciendo rappel y otra candidata de Boyacá se lanzó en paracaídas desde una avioneta.
Este fue un proceso muy importante, que marcó el carácter participativo de la U. De hecho, 40 candidatos de “Postúlate” fueron incorporados a la lista y sumaron casi 300 mil votos.
El 4 febrero de 2006, los 100 candidatos de la U al Senado inscribieron sus nombres ante la Registraduría, en un evento realizado en Corferias. Y un mes después se realizó el taller programático del partido, que contó con la participación del presidente Uribe.
Las reuniones de campaña se hacían en el Hotel Tequendama de Bogotá. Con Aurelio Iragorri Hormaza, Piedad Zuccardi, Mauricio Pimiento, Luis Guillermo Vélez y Oscar Iván Zuluaga, entre otros varios, trabajábamos de sol a sol.
Recuerdo que la primera salida de campo fue en una avioneta bimotor a Quibdó. Conmigo viajaron Juan Carlos Mira, Sergio Díaz-Granados y J.J. Uribe, nuestro director de prensa.
Luego fuimos a Riohacha, durante la fiesta de la Virgen de los Remedios. Nunca olvidaré que me tocó cargar el paso a de la Virgen bajo un clima inclemente que llegaba a los 40 grados. Nadie sabía sobre el partido y –como en muchas otras ocasiones– hubo que explicar en qué consistía. Los periodistas tampoco conocían el partido y era difícil convencerlos.
El avión en que viajábamos era de cuatro puestos. Una vez en que íbamos para Bucaramanga, tuvimos que aterrizar de emergencia por un daño en el sistema de navegación. Se hizo cambio de avión y a ese se le dañó el sistema de ventilación. Terminamos viajando en un vuelo comercial.
José Fernando Bautista, como secretario general, también jugó un papel importante. Él logró conseguir la sede en el piso 21 del antiguo Hotel Orquídea Real, que antes fue el Hilton. Esos pisos estaban abandonados. Todos los del equipo ayudamos a tumbar paredes, sacar mugre y cambiar alfombras.
Fue como una bola de nieve. En diciembre pasamos de un grupo que no llegaba a la decena a más de 40 personas.
Los ascensores del antiguo edifico se descolgaban. Y más de una vez hubo sustos. De hecho, el piso 21 parecía tener un fantasma. Desorganizaba las oficinas y tiraba los papeles en las noches. Cuando estaban editando material, las puertas se abrían y cerraban. Incluso alguien llevó un médium para sacarlo y cuando entregaron la sede hicieron una misa.
Viendo nuestra diferencia con los aceitados aparatos de los partidos tradicionales era difícil ser optimistas, aunque siempre fuimos persistentes. Al comienzo, nos encontrábamos con manifestaciones liberales de hasta 8 mil personas, mientras nosotros apenas llegábamos a 200 o 300. Los liberales tenían a dirigentes tan populares como Serpa y a figuras de la talla del expresidente López Michelsen acompañando las campañas.
Hay que destacar que también teníamos líderes que jalaban opinión, como Gina Parody, Armando Benedetti o Marta Lucía Ramírez, para solo mencionar algunos. Oscar Iván Zuluaga y yo éramos la cara nacional del partido, y él se enfocó mucho también en hacer presencia en el Eje Cafetero.
Nuestro principal contrincante, dentro de las toldas de partidos afectos al gobierno Uribe, era Cambio Radical, encabezado por Germán Vargas Lleras. Vivíamos en un continuo “cabeza a cabeza” por los espacios de publicidad y el respaldo de los líderes regionales.
Sin embargo, en ambas toldas –la de la U y la de Cambio Radical– apostamos por una depuración de la clase política, sobre todo después de los escándalos de vinculación de algunos parlamentarios con grupos paramilitares, que tanto daño habían hecho a la democracia.
Nuestro compromiso fue el de presentarle al país unas listas compuestas por candidatos intachables, sin sombra de sospecha sobre ninguno de ellos, y por eso decidimos exigir un juramento a cada candidato que quisiera postularse con el aval de la U. Un juramento de no tener, ni haber tenido jamás, vínculo alguno con ninguna organización ilegal.
Por primera vez sacamos de las listas a personajes con buenas votaciones pero poco claras reputaciones, algo que también hizo Germán Vargas Lleras en Cambio Radical, en lo que significó un paso positivo para la transparencia de nuestra política.
Ya en el tema publicitario, el maestro Iván Ovalle compuso “El ritmo de la U”, que era el himno del partido, y el coreógrafo Nerú –que también fue candidato de los que se inscribieron en “Postúlate”– preparó el baile. J.J. Rendón asumió la estrategia de comunicaciones.
Las jornadas eran extenuantes, de hasta 20 horas, con recorridos de dos o tres ciudades por día. Y los últimos dos meses de campaña fueron de acuartelamiento. Durante las giras se habilitaron colchonetas, e incluso una ducha, para poder trabajar 24 horas. La idea era evitar que los eslóganes, las campañas y las piezas publicitarias se filtraran antes de tiempo.
Un día antes de las elecciones, El Espectador publicaba en su portada un aviso de Cambio Radical, con una foto de Vargas Lleras y el presidente Uribe que decía “Es el tiempo del Cambio”. Enterados del asunto, se logró que el periódico saliera empacado en un sobre que decía “Hoy vota Partido de la U”.
Después de este intenso trabajo, en las elecciones legislativas del 12 de marzo de 2006 logramos un triunfo sin precedentes para un partido que apenas tenía cuatro meses de constituido oficialmente. El Partido de la U obtuvo cerca de 1 millón 600 mil votos, que le permitieron obtener la mayor representación en el Senado –20 curules, equivalentes a la quinta parte de la corporación– y 29 en la Cámara de Representantes.
Viendo en retrospectiva, recuerdo el escepticismo que reinaba sobre esa idea que tuvimos de aglutinar las diversas fuerzas en el Partido de la U. Nos decían: ¿para qué se ponen a fundar un partido? Eso siempre ha fracasado; son partidos de un día, flor de un día.
En el mismo Palacio de Nariño no habían estado particularmente entusiastas con la creación del Partido.
Los resultados nos dieron la razón. Contra viento y marea fuimos recorriendo departamento por departamento, municipio por municipio, llevando la propuesta de un partido de centro, pragmático, comprometido con la seguridad, con la equidad, con el fomento de la inversión como fuente de empleo, e hicimos historia en esa famosa elección en el año 2006.
Rompimos, en cuatro meses, siglo y medio de bipartidismo.
“Aquí está su partido”, le dije al presidente Uribe en un evento multitudinario en Corferias, después del éxito en las elecciones legislativas, y así fue. El Partido de la U fue definitivo para los logros del segundo periodo de Uribe, un periodo en el que tuve la satisfacción de contribuir al frente del Ministerio de Defensa Nacional, fortaleciendo nuestra fuerza pública y orquestando los más duros golpes hasta entonces propinados a los grupos armados ilegales.
El primer triunfo electoral fue solo el comienzo. Pero un comienzo fulgurante. No es el propósito de este texto recordar paso a paso el transcurrir del partido por sus 10 años de historia, pero es bueno resaltar que lo que comenzó bien en los comicios de 2006 siguió bien en adelante, mostrando que el apoyo popular no había sido flor de un día.
En las elecciones legislativas de marzo de 2010 el Partido de la U fue mayoritario en Senado y Cámara, obteniendo 28 senadores y 48 representantes. Y, como ya dije, en dicho año avaló mi candidatura a la Presidencia por el periodo 2010-2014.
En marzo de 2014 el Partido de la U obtuvo 21 curules en el Senado –por tercera elección consecutiva, la mayor fuerza en el Senado– y 37 en la Cámara de Representantes, con una salvedad muy importante: para entonces el expresidente Uribe había formado su propio partido Centro Democrático y la U avanzaba bajo una ideología que, sin descuidar los logros de la seguridad democrática, evolucionaba hacia loa cimentación de los pilares de la paz, la equidad y una mejor educación de los colombianos.
Nuevamente la U –esta vez junto con el Partido Liberal y Cambio Radical– avaló mi candidatura presidencial para el periodo 2014-2018.
En otras palabras, desde 2006 hasta hoy el Partido de la U ha consolidado sus mayorías. Y no solamente en el Congreso sino también en las asambleas, los concejos y en todo el espectro político nacional pues ha logrado interpretar y asimilar el querer del pueblo colombiano.
En esta primera década de existencia, el Partido ha tenido como presidentes a los siguientes, en orden cronológico, advirtiendo que varios de ellos ya no hacen parte de la colectividad:
– Óscar Iván Zuluaga
– Luis Guillermo Vélez
– Marta Lucía Ramírez
– Carlos García
– Carlos Ferro
– Jaime Buenahora
– Luis Carlos Restrepo
– Juan Manuel Santos
– Juan Lozano
– Aurelio Iragorri Hormaza
– Sergio Díaz-Granados
– Roy Barreras, José David Name y Berner Zambrano
Me acuerdo, en aquellos días de su fundación, de las discusiones que tuvimos con los cofundadores y líderes que acompañaron el proceso sobre dónde íbamos a ubicar el partido en materia ideológica, y qué propuestas fundamentales íbamos a ofrecer en la coyuntura y hacia el futuro.
Yo les decía: aquí tenemos una gran oportunidad de aplicar unas tesis que he venido sosteniendo y defendiendo hace mucho tiempo, las tesis de la tercera vía que rechazan los extremos, que se apoderan del centro y dicen que el mercado hay que dejarlo operar hasta donde sea posible pero que la mano del Estado tiene que ser firme y contundente cuando sea necesario.
Esa es la tesis de la inclusión social dentro de la responsabilidad fiscal y económica, una inclusión que es indispensable en un país que, como Colombia, ha tenido históricamente altos niveles de desigualdad y exclusión.
Estas tesis, moderadas pero efectivas, fueron calando, haciendo carrera y recibiendo el respaldo cada vez más decisivo del pueblo colombiano. Elección tras elección, el Partido de la U –como se ha visto– ha sido el partido mayoritario, el que se ha impuesto y resultado victorioso.
Y nuestra ideología se plasma en el nombre: Partido Social de Unidad Nacional, que no es en absoluto casual.
Cuando lo escogimos, la palabra social no era un simple adjetivo sino nuestro referente y principio fundamental. La idea era que todas las acciones del partido estuvieran marcadas por un norte, que no es otro que el de trabajar por la mayor equidad entre los colombianos, por mejorar las condiciones sociales, sobre todo de los más necesitados.
Somos un Partido Social porque entendemos que la prioridad de nuestra nación es acortar las brechas de inequidad que sufre nuestra población, que separa las oportunidades de quienes viven en la ciudad y quienes viven en el campo, que hace que nuestro país –para vergüenza nuestra– sea uno de los más desiguales del planeta.
La palabra unidad tampoco fue una simple palabra que escogimos al azar o porque nos pareciera bonita. Fue meditada, discutida, analizada y concluimos que –para tener gobernabilidad, después de dos siglos de vida republicana que habían estado signados por las disputas, las guerras y la polarización– lo que correspondía era un llamado a la unidad para que el país pudiera progresar y, sobre todo, tener gobernabilidad.
Los grandes desafíos que tiene nuestro país, los retos que vienen de décadas de atraso y aquellos que se imponen por los tiempos actuales, no dan espera y sólo pueden ser confrontados con éxito cuando se obra bajo un entorno de unidad.
La Unidad Nacional que convoqué como candidato y he puesto en marcha desde mi primer día como Presidente de la República no fue una coalición para ganar las elecciones. Es una coalición para gobernar, para unirnos en lo fundamental, dentro de la cual juega y sigue jugando un papel destacadísimo el partido del gobernante, que es el Partido de la U.
Mi gobierno, en particular, ha obrado en consonancia con los mandatos implícitos en el nombre de la colectividad. ¡Y cómo nos ha servido esa gobernabilidad, la unidad que hemos procurado y la brújula social que nos orienta, para obtener los resultados que hoy tienen a Colombia como líder en la región en cuanto a reducción de pobreza y desigualdad, reducción del desempleo y ampliación de oportunidades!
El Partido de la U ha hecho su aporte fundamental, junto con otros miembros de la coalición, a iniciativas tan importantes como el Plan de Desarrollo 2010-2014 “Prosperidad para Todos” y el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 “Todos por un Nuevo País”.
También a la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, la Reforma a las Regalías, la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, la Ley de Formalización y Generación de Empleo, el acto legislativo de Sostenibilidad Fiscal y la Ley de Regla Fiscal, el Estatuto Anticorrupción, la Ley de Régimen Municipal y la de Distritos y Áreas Metropolitanas, tres leyes ordinarias de salud y una estatutaria que la declaró como derecho fundamental, el Marco Jurídico para la Paz, la reforma a la Fiscalía y la Personería, el Código General del Proceso, el Código Administrativo y el Estatuto de Arbitraje, el Código Penitenciario, la ley de madres comunitarias, la de Familias en Acción… La lista es tan larga como trascendental cada una de estas iniciativas.
Ninguno de estos avances hubiera sido posible sin el apoyo claro y el aporte lúcido del Partido de la U.
Lo digo con todas sus letras: me siento orgulloso de haber fundado y de ser un miembro más de este partido. Soy Presidente gracias al Partido de la U y sus electores. Hemos hecho –en casi 5 años– más de lo que ha hecho la inmensa mayoría de los gobiernos en los 205 años de historia que tenemos.
Varios analistas han dicho que este es el gobierno más reformador y más progresista que ha tenido Colombia. Me enorgullezco de esa calificación y vamos a seguir adelante, buscando la paz –la necesaria paz–, la mayor equidad y la mejor educación de los colombianos.
El partido que visualizo es un partido que piense en el futuro, que no se quede anquilosado en el pasado, en el conflicto, en la guerra y en los odios; que sea el partido del posconflicto, del futuro, el que va a modernizar a Colombia. Porque ya lo viene haciendo y tiene los soportes ideológicos y la experiencia para mantener el buen camino.
Yo soy un hombre de partido y creo en los partidos políticos. Pero los partidos políticos no son de nadie: El de la U no es de Juan Manuel Santos ni de los otros fundadores o sus actuales dirigentes. El Partido de la U es de los colombianos que le han otorgado un mandato mayoritario y sin precedentes.
Yo no creo en los partidos hechos a la medida, que se acortan o se alargan, se colorean o se destiñen al ritmo de las necesidades del caudillo o mandamás de turno.
Un partido político con ideología, disciplina, debate y con democracia interna es un poderosísimo elemento para la construcción de un país. El partido –como órgano político– permite encauzar la aspiración de millones de colombianos que le dan voz y fuerza a los anhelos de los colombianos. Los partidos se deben a sus seguidores, no a sus líderes.
El Partido de la U le ha cumplido a Colombia en estos diez años. Yo también espero haberle cumplido al Partido de la U y le seguiré cumpliendo.