Por José David Name Cardozo,Senador de la República Partido de la U
La única salida que encontraron los bumangueses ante la ineficiencia del sistema Metrolínea, fue la disolución y liquidación de la empresa. Ni los anuncios del Gobierno Nacional sobre la destinación de nuevos recursos para el Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM) de Bucaramanga y su área metropolitana, fueron suficiente para darle aliento a la compañía. Una fotografía de lo que podría ocurrir en otras ciudades si no se atiende pronto la crítica problemática de los sistemas del país.
Así como Metrolínea, los otros siete sistemas de transporte masivo, entre ellos el Transmetro de Barranquilla, se han convertido en bombas de tiempo que amenazan la movilidad urbana en las principales ciudades. Si bien la crisis de los distintos sistemas son de vieja data e incluso, en algunos casos, se originan de una mala planeación desde su concepción, con llegada de la pandemia y sus fuertes restricciones las dificultades se agudizaron.
En el caso del Transmetro, desde el inicio de sus operaciones, el sistema ha tenido que sortear serias dificultades para mantener la prestación de su servicio. Esa lucha que contra viento y marea ha librado sin flaquear, le ha permitido, hoy más de una década después, seguir en pie. Sin embargo, su operación siempre ha sido cuestionada; el pésimo estado en que se encuentran los buses, las bajas frecuencias de los vehículos, la deteriorada infraestructura de las estaciones y portales, la congestión de pasajeros en las horas picos, son a algunas de las quejas que a diario manifiestan los usuarios, sin encontrar respuesta alguna a la vista. A lo anterior, hay que sumarle el fantasma de la quiebra y la desaparición que ronda a la empresa por el déficit y los indicadores negativos que se mantienen en rojo.
Recientemente, el Congreso de la República aprobó la adición presupuestal de un billón de pesos para garantizar la cofinanciación de los sistemas de transporte público del país. Aunque los dineros ayudarán a que los sistemas de transporte tomen un respiro y alivien un poco sus deudas, mejoren su operación e infraestructura, son insuficientes para sanearlos totalmente.
Las dificultades que amenazan al Transmetro y que hoy llevaron a disolver al Metrolínea, se replican en los demás sistemas de transporte masivo. Ante este panorama, se hace urgente buscar nuevas fórmulas para salvar los sistemas masivos, con las que no se afecte el bolsillo de los colombianos. Si bien el presidente Gustavo Petro reconoció la grave crisis que están atravesando los sistemas por sus altos costos operacionales, es urgente que el Gobierno se ponga manos a la obra y trabaje en salvar a los SITM. Idear nuevas fórmulas financieras que permitan su rescate es uno de los grandes retos del Gobierno.
Una reestructuración integral de los sistemas es clave para evitar el colapso. Se necesita buscar nuevos caminos para que los SITM logren superar las dificultades económicas y cumplan su propósito de prestar un servicio eficiente, seguro y efectivo a los ciudadanos. No podemos permitirnos retroceder en materia de desarrollo y movilidad urbana, mucho menos tirar por la borda los esfuerzos económicos que se han realizado durante los últimos años para mantener los servicios de transporte masivo.