Por José David Name Cardozo, Senador de la República por el Partido de la U
La desconcertante cifra de apenas un 0,6% de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 2023, revelada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane) la semana pasada, nos sitúa en medio de un panorama económico complejo que reclama urgentes medidas y acciones por parte del Gobierno, para el retorno a la senda del crecimiento. Así como la búsqueda de la restitución de la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros.
El dato entregado por el Dane, da cuenta de un significativo retroceso en materia económica, el más alto en la última década (sin tener en cuenta el 2020, año de pandemia). Si bien, por el momento, se pudo esquivar la temida recesión, el escenario es delicado. La principal preocupación gira en torno a los sectores que presentaron una mayor contracción durante todo el año; el sector de la construcción, que cayó un -4,2 % y el manufacturero que registró, un -3,5 % en el 2023.
Era de esperarse que en medio de la problemática que afronta, desde hace casi dos años, el sector de la construcción fuera uno de los que más presionará los resultados del PIB. El decrecimiento en la construcción de viviendas, asociado a múltiples factores como el alza en las tasas de interés, la inflación, el aumento en los costos de producción, la incertidumbre del programa “Mi Casa Ya”, entre otros, ha ido menguando a un sector que tradicionalmente ha sido jalonador de la economía nacional. Por otra parte, los resultados del sector manufacturero se dan en parte como consecuencia del aumento del 40% en los aranceles en ropa importada, que impuso el Gobierno Nacional, algo que no debe desconocer el Ministro Bonilla, sobre todo cuando el incremento del contrabando en la industria textil alcanza un 30%.
La desconfianza generalizada frente a las políticas económicas del Gobierno y los pasos en falso que se han dado desde la cartera de Hacienda, ensombrecen aún más el panorama. Los pagos dobles o triples, los sistemas de la Dian caídos y, lo más reciente: los $13 billones del Presupuesto General de la Nación que se habían quedado sin asignación específica para este año, han creado un manto de dudas sobre la gestión del ministerio. A lo anterior, hay que sumarle la baja ejecución presupuestal de los ministerios durante el año pasado, y la excesiva burocracia, que están pasándole una alta factura a la dinámica de crecimiento del país.
La incertidumbre y la improvisación están impactando de manera dramática la economía nacional. Para superar este momento crítico es urgente menguar las preocupaciones y tensiones en materia política, económica y tributaria que han prosperado de manera contraproducente en el país. Necesitamos atraer inversiones y generar garantías. Durante este 2024, el gobierno debe procurar el mejoramiento de la economía a través de medidas que nos permitan afrontar el impacto de la inflación, así como extinguir las posibilidades de una recesión.
Nos encontramos frente a una coyuntura preocupante y delicada, en la que requerimos de la actuación de un ejecutivo conectado con las problemáticas de los distintos sectores, con una gran dosis de creatividad, consenso y liderazgo, que nos ayude afrontar los desafíos económicos que tenemos, y que despeje las preocupaciones que hoy rodean el presente y el futuro del país.